Esta historia puede ser la tuya
en un determinado momento de tu vida. Quién no ha pasado alguna vez por
una ruptura, por un abandono, por una decepción.
Cuando nos enamoramos,
(enamorarse de verdad) somos incapaces de ver los defectos visibles de la
persona amada, lo normal es idealizarla, pero todos y todas caemos tarde o
temprano del pedestal. Y, al igual que cuando éramos bebes, la caída nos duele.
Por experiencia propia, la caída
no es lo peor. Para mí el trauma se esconde en el sentimiento de culpa que la
ruptura nos deja y, que nos impide pasar página.
Las desilusiones no la vive cada
persona de la misma manera, pero gestionar el dolor de una ruptura conlleva un
proceso, con sus fases, que hay que atravesar. Me gusta pensar en este periodo
como en un renacer, un reinventarse. Para ello, se necesita tiempo, tiempo de
lágrimas, tiempo de ira, tiempo de reflexión y tiempo de perdón.
La típica frase que tanto nos
repiten de "pasar página",
no es tan fácil, ni tan rápido como quisiéramos. La relación ocupa un espacio
que se derrumba cuando se rompe.
Después de una ruptura cambia la
forma de ver a nuestra pareja, pero también la forma de vernos a nosotras y
nosotros y, es necesario expresar lo que se siente. Reprimir los
sentimientos de dolor implica la no aceptación y, no poder procesar lo que
nos está pasando.
Reinventar tu vida sentimental de
nuevo, resurgir como el Ave Fenix, depende de nuestra capacidad de utilizar las
emociones, de liberar tensiones internas, de querer orientarnos hacia el nuevo
futuro.
Las lágrimas dejarán paso a la ira que nos ayudará a liberarnos del
otro, de la otra. Enfadarnos, activarnos, gritar, dejar salir la depresión.
Sentirse resentida o resentido ayuda a protegernos.
Sentirnos protegidos es muy
importante para superar el vacío que toda desilusión deja. Pero cuidado con las
protecciones externas, en la mayoría de los casos bien intencionadas, me
refiero a la familia y a las amistades. El exceso de celo, de algodones, puede
propiciar que la tristeza se alargue.
En el padecimiento de amor hay que atreverse a tener miedo. Miedo a
no volver a amar, pero también miedo a volver a hacerlo. Estos miedos bien
gestionados señalan que una historia se cierra, pero que también otra se puede
abrir.
El tiempo de ira ha pasado y ahora somos capaces de mirar al pasado
sin apego, como algo que pasó, pero del que no nos sentimos culpables por
nuestras elecciones y, por luchar por nuestros sueños. Es el tiempo de la reflexión.
Para seguir adelante, sin
lágrimas, sin ira, sin rencores, es preciso saber perdonarnos y perdonar. Es el
final de un proceso, o tal vez, el principio de otro. Comenzar perdonándonos
puede ser la solución para continuar con el fantástico proceso de conocernos,
aceptar nuestros sentimientos y no tener miedo a luchar por ser feliz.
Lidera tu tiempo de lágrimas.